Historias para contar
November 2 2020, 4:57 pm Público
La Patasola

La Patasola

 El dueño de la hacienda deseaba conseguirse una esposa, y llamó a uno de los vaqueros de más confianza para decirle: "...vete a la quebrada y escoge entre las lavanderas la mejor; luego me dices quién es y cómo es...". El hombre se fue, las observó a todas detenidamente, al instante distinguió a la esposa de un vaquero compañero y amigo, que fuera de ser la más joven, era la más hermosa. El vaquero regresó a darle al patrón la información y todos los datos sobre la mujer. Dicen que cuando llegó el tiempo de las "vaquerías", el esposo de la bella relató al vaquero que traía sus tristezas, se quejó de su esposa, pues la notaba fría, menos cariñosa y ya no le arreglaba la ropa con el mismo cuidado de antes; vivía de mal genio, era déspota desde hacía algunos días hasta la fecha. Le confesó que le provocaba irse lejos, pero le daba pesar con sus hijos. El vaquero conocedor del secreto, compadecido de la situación de su amigo, le contó lo del patrón, advirtiendo no tener él ninguna culpabilidad. Pero el esposo entristecido y traicionado le dio las gracias a su compañero por su franqueza y se fue a pensar a solas sobre el asunto y se decía: "...si yo pudiera convencerme de que mi mujer me engaña con el patrón, que me perdone Dios, porque no respondo de lo que suceda...". Dicen que este vaquero, luego planeó una prueba y se dirigió a su vivienda. Allí le contó a su esposa que se iba para el pueblo porque su patrón lo mandaba por la correspondencia; que no regresaba esa noche. Se despidió de beso y acarició a sus hijos. Se montó a su caballo y a prisa salió por diversos lugares para matar el tiempo. Llegó a la cantina y bebió unos tragos de aguardiente. A eso de las nueve de la noche se fue a pie por entre el monte a espiar a su mujer. Serían ya como las diez de la noche, cuando la mujer, viendo que el marido no llegaba, se fue para la hacienda en busca de su patrón. El marido, cuando vio que la mujer se dirigía por el camino que va al hato, salió del escondite, llegó a la casa, encontró a los niños dormidos y se acostó. Como a la madrugada llegó la infiel muy tranquila y serena. El esposo le dijo: "¿De dónde vienes?". Ella con naturalidad le contestó: "De lavar unas ropitas". "¿De noche?", dijo su marido. A los pocos días, el burlado esposo inventó un nuevo viaje. Montó en su caballo, dio varias vueltas por un potrero y luego lo guardó en una pesebrera vecina. Ya de noche, se vino a pie para esconderse en la platanera que quedaba frente a su casa. Esa noche la mujer no salió, pero llegó el patrón a visitarla. Cuando el rico hacendado llegó a la puerta, la mujer salió a recibirlo y se arrojó en sus brazos besándolo y acariciándolo. El enfurecido esposo que estaba viendo todo, brincó con el machete en alto y sin dar tiempo al enamorado de librarse del abrazo, le quitó la vida con un solo machetazo. La mujer, entre sorprendida y horrorizada, quiso salir huyendo, pero el furioso marido le dio tremendo machetazo a la cadera que la dejó sin una pierna, como si fuera la rama de un árbol. Ambos murieron casi a la misma hora. Al vaquero lo enviaron a la cárcel, pero cuando salió al poco tiempo, volvió por sus tres hijos y le prendió fuego a la casa. Dicen que esta mujer deambula por fincas, bosques y selvas solitarias desde aquella terrible noche. Las personas aseguran haberla visto saltando en una sola pata, por sierras, cañadas y caminos, lanzando gritos lastimeros. Es el alma en pena de la mujer infiel que vaga por montes, valles y llanuras, que deshonró a sus hijos y no supo respetar a su esposo.



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